¿Sabes que el tipo de ropa con el que vistas a tu niño en verano puede afectar a su salud?

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Si algo he aprendido después de criar a tres criaturitas con más energía que una central eléctrica, es que el verano puede ser una verdadera pesadilla… o un pequeño paraíso, dependiendo de cómo vistas a tus hijos. Y no, no exagero.

Porque, aunque muchas veces nos dejamos llevar por lo bonito o los conjuntos que van a la moda, lo cierto es que la ropa infantil en verano puede marcar una gran diferencia: desde evitar rozaduras hasta prevenir un golpe de calor. Lo sé porque lo he vivido. Y porque, como madre de 38 años que ya pasó por muchas, ya no me dejo engañar ni por las ofertas ni por lo que se lleva.

Hoy vengo a contarte —desde la experiencia, y no desde la teoría— por qué es importante que te pares a pensar antes de elegir la ropa de verano de tus peques. No es solo estética, es salud. Es bienestar. Y sí, también comodidad. Y te lo cuento de tú a tú, porque sé lo que es correr detrás de un niño con la camiseta pegada al cuerpo por el sudor, o tener que cambiarle el pantalón en mitad de una excursión porque le ha hecho una rozadura tremenda.

En su día me asesoré con empresas profesionales de fabricantes de ropas infantiles, que son los que más saben del tema, como Newnesskids, y entre sus consejos y mis experiencias, he aprendido mucho sobre el tema, y me gustaría compartirlo con vosotros.

 

Lo primero: la ropa no es un disfraz

Lo diré claro y sin rodeos: a los niños no hay que vestirlos como adultos en miniatura. No, tu hijo no necesita una camisa ajustada de lino blanco para ir al parque. Tampoco necesita unas bermudas ceñidas que no le dejen ni subirse al tobogán.

Entiendo que haya ocasiones especiales, pero para el día a día —que al final es lo que más importa, sobre todo siendo críos—, lo que necesitan es ropa que respire, que les permita moverse, ensuciarse, mojarse y volver a empezar.

Y esto no significa que tenga que ir desaliñado, sino priorizar lo importante: su bienestar.

 

Golpes de calor

Una de las cosas que más me sorprendió fue enterarme de que el golpe de calor no siempre tiene que ver con estar al sol. A veces, es la ropa la que hace que la temperatura corporal del niño se dispare. Si llevan tejidos sintéticos, demasiado gruesos o prendas que no permiten que la piel respire, el cuerpo se recalienta y empieza el festival de sudor, agotamiento, irritabilidad… y en casos graves, mareos o vómitos.

Mi consejo número uno: elige ropa de algodón 100% o lino natural. Son materiales transpirables, ligeros, suaves y respetuosos con la piel. Evita a toda costa las mezclas con poliéster, por muy bonitos que sean los estampados.

 

Cuidado con las rozaduras

Las rozaduras son más comunes de lo que parece. Sobre todo en muslos, axilas, cuello o entre los deditos de los pies. Y muchas veces se deben a costuras mal ubicadas, etiquetas rígidas, gomas apretadas o ropa que no se adapta al cuerpo del niño.

Uno de mis hijos, el mediano, tiene la piel muy sensible. Le bastaba una costura mal rematada para que le salieran granitos o le picara la zona. ¿Solución? Empezamos a comprar ropa sin etiquetas internas, con costuras planas y pantalones cortos con cintura elástica ancha. Además, cuando hace calor, los pantalones muy cortos pueden provocar fricción en los muslos. En esos casos, mejor unos leggins finitos o bermudas de algodón que lleguen justo por encima de la rodilla.

Consejito casero: si no puedes evitar una prenda con etiqueta, córtala muy al ras y pasa un encendedor muy rápido por el borde para que no raspe. Lo aprendí de una costurera amiga mía y sí, funciona.

 

La importancia del color

Esto puede parecer una tontería, pero los colores oscuros absorben más calor. No es lo mismo ponerle a tu hijo una camiseta negra que una blanca. Y no, no lo digo por lo que “pega con los zapatos”, sino porque la diferencia de temperatura entre una prenda y otra puede ser notable.

Así que en verano: colores claros, pasteles, blancos, beiges, verdes suaves. Aparte de que son más frescos, suelen transmitir más sensación de limpieza y calma.

 

Ropa que acompaña, no que estorba

¿Sabes lo frustrante que es para un niño intentar trepar a una rama o saltar en la cama elástica y que la ropa no le deje? La ropa infantil en verano debe ser flexible, elástica, con buen patronaje. Nada de vaqueros rígidos, botones difíciles o cinturillas apretadas.

Para diario, triunfan los pantalones tipo jogger de punto fino, las camisetas oversize y los vestidos sueltos. Si puedes, apuesta por ropa con un pequeño porcentaje de elastano (siempre que el resto sea algodón o modal), que da más margen de movimiento sin recalentar el cuerpo.

 

Los pies también respiran

No hay verano sin sandalias. Pero cuidado: no todas las sandalias son aptas para jugar. Olvídate de esas con suela dura o tiras de plástico que se clavan. Mejor sandalias con plantilla de corcho o acolchada, tiras de tela o piel suave, y buen ajuste al tobillo. Y si van a correr, trepar o andar mucho, una zapatilla deportiva ligera de malla transpirable será tu mejor aliada.

Jamás uses crocs sin calcetines en caminatas largas. Lo aprendí por las malas. A los diez minutos, mi hijo pequeño tenía los talones en carne viva.

 

Ropa con protección solar

Ahora se han puesto de moda las camisetas con protección UV para la playa o la piscina. Y ojo, no están mal, pero no son mágicas. Funcionan bien cuando el niño está jugando muchas horas al sol y no hay sombra cerca. Pero no deben reemplazar el protector solar ni usarse como excusa para no reaplicar la crema.

Además, algunas de esas prendas pueden dar más calor si no son de buena calidad. Si optas por ellas, que sean de manga larga y colores claros, con tejido técnico de secado rápido.

 

Capas ligeras

En verano no todo es calor aplastante. Hay mañanas frescas y noches con brisa. Llevar una chaquetita de punto fino o sudadera de algodón ligera en la mochila puede salvar más de una tarde en la que el viento empieza a soplar y el niño está empapado de sudor.

Yo siempre llevo una muda de repuesto (camiseta y calzoncillo) y una sudadera atada a la mochila. Así, si se mojan o sudan mucho, pueden cambiarse, evitar enfriamientos y seguir jugando tan felices.

 

No todo lo barato sale caro (pero ojo con lo demasiado barato)

Hay ropa infantil asequible y de buena calidad. No hace falta gastarse una fortuna. Pero también hay prendas tan baratas que a los tres lavados ya están deformadas, y eso afecta directamente a la comodidad del niño.

Busca marcas que trabajen con tejidos orgánicos certificados, y si puedes, compra un poco más grande para que dure más de una temporada. Muchas veces, una camiseta buena pasa del mayor al pequeño, y sigue como nueva.

Yo aprendí a hacer limpiezas de armario al inicio de cada verano. Lo que no sirve, se dona. Lo que falta, se anota. Y luego compro solo lo necesario: dos o tres camisetas cómodas, un par de pantalones, un vestido o conjunto fresco, y listo. No hace falta un desfile diario.

 

Ropa funcional, no solo bonita

A veces, nos dejamos llevar por lo bonito. Pero un peto con tres botones en la entrepierna, por muy cuqui que sea, no es práctico si el niño aún lleva pañal o va corriendo al baño. Igual pasa con los monos enteros sin apertura, o los vestidos demasiado largos que se enganchan en los columpios.

La ropa infantil debe estar pensada para jugar, correr, agacharse y ensuciarse. Todo lo demás, es secundario.

 

Y un consejo de madre a madre (o padre)

Escucha al niño. Si dice que tiene calor, probablemente lo tiene. Si se queja de un pantalón o una camiseta, no es por capricho, sino porque le molesta. Muchas veces, nos cuesta soltar nuestras preferencias estéticas o resistirnos a una ganga preciosa, pero si la prenda no le permite disfrutar del verano… no vale la pena.

Yo he aprendido a observar. A mirar cómo se mueve, si se rasca, si intenta quitarse los zapatos, si se agobia al correr. El cuerpo habla, y en los niños, habla aún más claro.

 

Vuelve a lo sencillo

Vestir bien a nuestros hijos en verano no es complicado, pero sí requiere observación y cariño.

Después de tres hijos, sé que la mejor ropa no siempre es la más cara, ni la más bonita, ni la que sale en las redes. Es la que les permite ser niños de verdad: jugar, sudar, reír, mancharse, trepar y dormirse en el coche sin que nada les apriete ni les moleste.

Y si con eso evitamos rozaduras, golpes de calor, berrinches por incomodidad o dolores de pies… pues mejor que mejor.

Así que este verano, antes de llenar el carrito de ropa, párate un segundo. Piensa en lo que tu hijo necesita. Toca los tejidos. Mira cómo se mueve. Y recuerda: no hay verano más feliz que el de un niño que se siente libre en su propia ropa.

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