A la tercera edad les sienta bien el vino

vino

Mi abuelo siempre fue un hombre sencillo, de esos que creen en las pequeñas rutinas y en los placeres que trae la vida sin necesidad de buscarlos demasiado. Lo recuerdo sentado en su sillón favorito, con un vaso de vino en la mano, siempre al caer la tarde, y frente a la chimenea. Decía que era su «momento favorito del día».

Durante mucho tiempo, no le presté demasiada atención, hasta que me di cuenta de que, con el paso de los años, seguía igual de animado y lleno de vitalidad que siempre. ¿Sería el vino? Esa pregunta me llevó a investigar y a observar más detenidamente su costumbre. Fue entonces cuando descubrí a Vinissimo, una empresa especializada en la distribución directa de vinos de algunas de las bodegas más prestigiosas de España. Su equipo me ofreció asesoramiento sobre las distintas variedades y me enseñó a apreciar los matices que cada uno puede ofrecer.

Aprendí que existen muchos tipos de vinos, cada uno con su carácter único:

  • Tintos
  • Blancos
  • Rosados
  • Espumosos
  • Generosos
  • Dulces
  • Orgánicos

 

La relación de mi abuelo con el vino

Mi abuelo cumplía con su pequeño ritual casi a diario. A veces era una copa de vino tinto, otras un blanco ligero o incluso un rosado en los días más calurosos. Nunca se excedía, siempre una sola copa. “Es la medida justa”, decía. Aunque en su momento no entendía qué podía tener de especial, con los años he aprendido que el vino tiene propiedades que realmente pueden marcar la diferencia en la salud, especialmente en la tercera edad.

Recientemente, hablando con su médico, confirmé lo que mi abuelo siempre decía: el vino en moderación es más que un lujo o un capricho. Es un aliado para la salud.

 

Los beneficios del vino tinto para el corazón

Una de las razones por las que el vino tinto es tan reconocido es su relación con la salud cardiovascular. Contiene un antioxidante llamado resveratrol, que está presente en la piel de las uvas tintas. Este compuesto ayuda a proteger el corazón al reducir el colesterol malo (LDL) y aumentar el bueno (HDL).

En el caso de mi abuelo, con sus antecedentes familiares de problemas cardiacos, su médico le explicó que esta copa de vino diaria podía ser un factor protector.

Además, el vino ayuda a mejorar la circulación sanguínea y reduce la formación de coágulos, lo que disminuye el riesgo de sufrir un infarto o un accidente cerebrovascular.

Mi abuelo, que nunca dejó de caminar todos los días por el parque, encontraba en el vino una forma más de cuidar su salud de manera sencilla.

 

La magia del vino blanco y el sistema inmune

Aunque el tinto suele llevarse el protagonismo, mi abuelo también disfrutaba de una copa de vino blanco de vez en cuando.

En una de mis investigaciones descubrí que el vino blanco tiene beneficios propios. Contiene antioxidantes que, aunque diferentes al resveratrol, también ayudan a combatir el daño celular y a fortalecer el sistema inmunológico.

Al ver cómo mi abuelo casi nunca se resfriaba ni sufría enfermedades comunes, me quedó claro que este vino contribuía a mantenerlo fuerte frente a las pequeñas batallas del día a día.

 

El vino rosado y su papel en el equilibrio

Si algo recuerdo con especial cariño son los veranos en los que mi abuelo elegía un vino rosado fresco para acompañar sus comidas. Siempre decía que el rosado era como un equilibrio perfecto, no tan robusto como el tinto ni tan ligero como el blanco. Lo que me sorprendió al investigar fue descubrir que el vino rosado también tiene propiedades antioxidantes y beneficios similares a los del tinto, aunque en menor medida.

El rosado es ideal para quienes buscan algo más suave pero igualmente beneficioso. Mi abuelo lo prefería para acompañar comidas ligeras, y a menudo me invitaba a probar un sorbo diciendo: “Esto también te hará bien cuando tengas mis años”.

 

La conexión entre el vino y la salud cerebral

Conforme mi abuelo fue envejeciendo, una de las cosas que más me impactó fue cómo su mente seguía ágil. Recordaba anécdotas con detalle y era capaz de resolver crucigramas con una rapidez que me dejaba impresionada. En mis lecturas, descubrí que el consumo moderado de vino también puede estar relacionado con la salud cerebral.

El resveratrol no solo es bueno para el corazón, sino también para el cerebro. Ayuda a reducir la inflamación y a prevenir el deterioro cognitivo. Incluso hay estudios que sugieren que puede retrasar o disminuir el riesgo de enfermedades como el Alzheimer. Ahora entiendo por qué mi abuelo seguía tan presente, tan enérgico y tan despierto, incluso con los años acumulados.

 

La moderación como clave

Algo que mi abuelo siempre enfatizó fue que el vino debe disfrutarse, no abusarse. “Todo en exceso hace daño, hasta lo bueno”, solía decir. En su caso, una copa diaria era suficiente, y nunca sentía la necesidad de más. Esto también es algo que los expertos destacan: el consumo excesivo de alcohol puede tener el efecto contrario y causar problemas graves de salud. La moderación permite disfrutar de los beneficios sin poner en riesgo el bienestar.

Esa lección de mi abuelo se quedó grabada en mí y la aplico en mi propia vida.

 

El aspecto social del vino

Otro detalle que no puedo dejar de mencionar es cómo el vino se convertía en un puente para las relaciones. Mi abuelo solía invitar a sus amigos a casa y compartir una copa mientras conversaban por horas. Esa interacción social también es crucial para la salud en la tercera edad. Estudios han demostrado que mantener conexiones sociales puede mejorar el estado de ánimo, reducir el riesgo de depresión y alargar la vida.

Incluso en las comidas familiares, el vino siempre ocupaba un lugar especial. Era el acompañante ideal para nuestras charlas y risas, y mi abuelo siempre estaba en el centro, con su sonrisa tranquila y su copa en mano.

 

Pequeños cambios, grandes resultados

Si me preguntaran qué he aprendido al observar la relación de mi abuelo con el vino, diría que lo más importante es entender el poder de las pequeñas decisiones diarias. Su copa de vino era un acto consciente de disfrute y cuidado personal. Esto me lleva a reflexionar sobre la importancia de integrar estos pequeños rituales en nuestras vidas.

Estudios recientes respaldan esta idea. Se ha demostrado que las personas mayores que incorporan hábitos saludables como una dieta equilibrada, actividad física regular y un consumo moderado de vino tienen una mejor calidad de vida. El vino, con sus beneficios antioxidantes, también está asociado con una mayor longevidad cuando se consume como parte de un estilo de vida saludable.

Es importante mencionar que estos beneficios no sustituyen la atención médica ni otros cuidados esenciales. Sin embargo, el vino puede ser un complemento valioso cuando se consume de manera responsable. La clave está en entender que no se trata solo de qué hacemos, sino de cómo lo hacemos. Mi abuelo sabía disfrutar de su copa de vino con gratitud y equilibrio, y creo que ahí residía el verdadero secreto de su vitalidad.

 

Sus maravillosas enseñanzas me siguen acompañando

Hoy, al recordar a mi abuelo, no puedo evitar sonreír al pensar en su ritual con el vino. No era solo una bebida para él, era un momento de conexión con sí mismo, con los demás y con la vida. Ahora entiendo que esa pequeña copa diaria era mucho más que un gusto: era una forma de cuidar su salud, su mente y su corazón.

Si algo me ha enseñado su ejemplo es que los placeres simples, cuando se viven con equilibrio y moderación, pueden tener un impacto profundo en nuestra vida. El vino, lejos de ser un lujo o una extravagancia, puede ser una herramienta poderosa para mantenernos saludables y felices, incluso en la vejez.

Por eso, cada vez que sirvo una copa, pienso en él. En su sonrisa, en su sabiduría y en su capacidad para encontrar la belleza en lo sencillo. Si algo he aprendido, es que la vida, como el buen vino, se disfruta mejor cuando se saborea con calma y gratitud.

 

Invitación a reflexionar

Cierro este artículo con una invitación a reflexionar sobre nuestras propias rutinas y sobre la importancia de esos pequeños momentos que nos conectan con nuestra esencia.

Tal vez no sea el vino en tu caso, pero todos podemos encontrar ese pequeño acto diario que nos brinde calma, significado y conexión con nosotros mismos y con los demás. Puede ser una taza de té compartida con un amigo, un paseo por el parque al atardecer, unos minutos de lectura que alimenten nuestra mente o simplemente observar el cielo y respirar profundamente. Lo importante es que nos permitamos disfrutar de esos instantes, apreciar su valor y recordar que la salud no solo es física, sino también emocional, mental y social. Al cuidar estas dimensiones, enriquecemos nuestra vida de maneras profundas.

En honor a mi abuelo, hoy levanto mi copa por él, por sus enseñanzas y por todo lo que me mostró sobre disfrutar de la vida con moderación, gratitud y un corazón lleno de alegría. ¡Que nunca dejemos de celebrar los pequeños momentos que hacen grande nuestra existencia!

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