Trastornos del olfato

Ponemos mucha atención en cierto tipo de discapacidades físicas como la ceguera o la sordera. Evidentemente una persona invidente o con problemas auditivos, tiene una calidad de vida inferior, razón por la que se trabaja continuamente en la manera de mejorar esa calidad y compensar esa carencia. Muchas personas, nacen con ceguera o predisposición a padecerla, presentan sordera que incluye mutismo y, todos, absolutamente todos, estamos continuamente expuestos a padecer alguno de estos problemas. El paso de los años, hace mella en las personas y vamos perdiendo facultades.

Sin embargo, tenemos otros sentidos, como el olfato y el gusto, a los que restamos importancia. Tal vez por el hecho de no ser tan habitual padecer un trastorno asociado a ellos o, simplemente que lo pasamos por alto. Desde Laboratorios Syrch, expertos en desarrollar perfumes y fragancias, nos comentan la importancia que posee el olfato para sus empleados. No resulta extraño, más bien es algo evidente. Si trabajas con aromas, el olfato es primordial.

Aunque la impresión general es que, salvo que poseas un olfato de sabueso, la carencia de olfato o la disminución del mismo, no es tenida muy en cuenta. De hecho, prácticamente nadie, sabe que tipos de trastornos olfativos se pueden padecer o el nombre de alguno de ellos. Exceptuando esos momentos de resfriado en los cuales las fosas nasales están tan congestionadas que gusto y olfato desaparecen.

Tal vez desde la llegada del Covid a nuestras vidas, se haya tenido más en cuenta esta posibilidad de perder el olfato. Uno de los síntomas de esta enfermedad era ese: anosmia. Pero no solo este trastorno puede afectar a nuestro sentido del olfato. Existen otros de los cuales, vamos a hablar en este artículo.

Como ya hemos comentado, los trastornos del olfato y el gusto han sido poco tenidos en cuenta a lo largo de la evolución. En parte, este hecho, se debe a la falta de conocimiento y entendimiento del complejo funcionamiento de los mismos y, en parte porque no se considera que impliquen riesgos graves en la salud.

No obstante, las alteraciones y trastornos del olfato, son padecidas por un catorce por cien de la población. La incidencia, aumenta con la edad y a partir de los cuarenta, se experimenta un deterioro de las neuronas sensoriales olfativas. A su vez, el ochenta por cien de los trastornos del gusto, son secundarios a los olfativos.

Pese a parecer algo inocuo, una alteración en el olfato y/o el gusto, puede derivar en graves consecuencias a nivel nutricional, aislamiento social, de índole psicológica o entrañar riesgos peligrosos para la vida, al no ser capaz de detectar olor a gas o sustancias toxicas e incluso, ingerir alimentos en mal estado.

Un problema de narices

Antes de proseguir, vamos a familiarizarnos con los nombres que poseen los diferentes tipos de trastorno asociados al olfato y el gusto.

       Anosmia: incapacidad para detectar olores.

       Hiposmia: disminución de la capacidad para detectar olores.

       Disomia: el resto de alteraciones olfativas, como la fantosmia que implica percibir olores de algo que no está presente, o la parosmia que provoca una distorsión en el olor que se vuelve desagradable.

       Ageusia: incapacidad para detectar sabores.

       Hipogeusia: disminución de la capacidad para detectar sabores.

       Disgeusia: cambio o alteración en la percepción de los sabores.

Estos trastornos afectan a la anatomía y fisiología del olfato de tal manera que no se produce la respuesta adecuada a la sensación olfativa. Esta sensación, se inicia en el momento en el que las sustancias químicas que se hayan disueltas en el aire que inhalamos, alcanzan la parte superior de las fosas nasales, lugar donde se encuentran los receptores o neuronas olfativas que, estimulados en la mucosa, generan un estímulo eléctrico que se dirige hacia la corteza cerebral y el sistema límbico que condiciona las respuestas frente a estímulos olfativos como el hambre, el instinto sexual, la memoria involuntaria o las emociones.

La intensidad de la estimulación depende de la cantidad de sustancias odoríferas que se encuentren presentes en el aire y su composición química, será la encargada de provocar los estímulos de unos receptores a otros, desencadenando las diferentes sensaciones olorosas.

Se estima que los humanos tenemos la capacidad de detectar hasta diez mil olores diferentes aunque existen grandes diferencias entre cada persona.

Del mismo modo que los colores se diferencian por categorías y tonalidades, entre otros factores, los olores, se clasifican en seis categorías diferentes: frutales, florales, resinosos, especiados, a quemado o humo, descompuesto o podrido.

Si pasamos al lado del gusto, la percepción del sabor, consiste en una experiencia sensorial compleja en la que intervienen otros sentidos como el olfato, el tacto y la vista. Al ingerir alimentos o bebidas, percibimos el olor a través de dos vías diferentes: la externa ambiental (vía nasal anterior) y la boca y nasofaringe (vía retronasal). Diversos estudios científicos, demuestran que la percepción de los olores es diferente en función de la vía por la que las sustancias alcanzan los receptores. Además, se tiene conocimiento de que la vía retronasal juega un papel fundamental a la hora de identificar sabores y es, con toda probabilidad el reflejo de la evolución del sentido del olfato humano.

A la hora de determinar sabores, el aroma es un factor importante que permite la identificación de sabores. Debido a esto, es frecuente que los pacientes identifiquen de forma errónea la disfunción olfativa como un problema de gusto.

Causas de alteraciones olfativas

En muchos casos, las personas que padecen algún tipo de trastorno asociado al olfato, lo dejan pasar. Son ellas mismas las que restan importancia al hecho o no se dan cuenta de que padecen una alteración hasta que caen en la cuenta. Aun así, la mayoría de los pacientes que acuden al médico por una alteración del sentido del olfato, lo hacen por casos de hiposmia o disosmia, no tanto como por anosmia.

Entre las causas más habituales para que se produzcan estas alteraciones, se encuentran enfermedades en las fosas nasales y senos paranasales que incluyen, rinosinusitis con y sin pólipos y rinitis alérgica. La alteración se debe a la inflamación que se produce en la mucosa.

Infecciones y estados de post infección respiratoria superior aguda, la aparición de una hiposmia o anosmia temporal es más que común, debido a los efectos que el proceso infeccioso en la mucosa nasal produce. En la mayoría de los casos, la disfunción olfativa se resuelve.

Las infecciones virales que afectan a las vías aéreas superiores pueden causar daños en el sistema de receptores olfativos periféricos e incluso en el sistema de transmisión neuronal a nivel central, razón por la cual entre un seis y trece por cien de pacientes pueden mantener la alteración tras recuperarse de la infección.

Mención aparte merece la Covid, en cuyo caso, las alteraciones olfativas y gustativas, constituyen el principal síntoma neurológico y, en numerosas ocasiones, la única manifestación de la enfermedad. Se sabe que estos síntomas se producen tras un periodo de exposición al virus de entre dos y catorce días.

Los traumatismos craneales son otra causa común de alteraciones olfativas. Pueden presentarse incluso en el caso de traumatismos leves, aunque la correlación entre la severidad del trauma y la de la afectación olfativa es evidente. En dichas situaciones, el olfato se recupera durante los primeros meses desde que aparecen los síntomas. Siendo la recuperación más difícil cuando pasa el año.

Los traumas que pueden generar trastornos del olfato pueden ser desde fracturas nasales hasta una contusión o destrucción del bulbo olfatorio.

Las alteraciones que afectan al sistema nervioso central como las enfermedades neurodegenerativas o los ictus, pueden afectar a los centros olfatorios del cerebro.

Una exposición a químicos, toxinas y metales de forma prolongada, puede desencadenar alteraciones del olfato a largo plazo.

Medicamentos, drogas y tabaco, generan alteraciones que, por lo general son reversibles y desaparecen una vez, se deja el hábito.

Algunas patologías que afectan al sistema endocrino, como el hipotiroidismo o la diabetes mellitus, se asocian a perdidas del olfato.

En general, las patologías que afectan de algún modo a las capacidades olfativas, se resuelven de forma espontánea, una vez desaparece la causa. No obstante, el tratamiento de la alteración olfativa, depende directamente de la causa que lo origina.

Por tratarse de afecciones de las fosas nasales y los senos paranasales, las principales causas para que se produzca un trastorno del olfato, el tratamiento se dirige a eliminar la obstrucción y la infección, propiciando la mejoría de la disfunción olfativa cuando desaparezca.

Actualmente no existe evidencia de la eficacia de ningún tratamiento farmacológico para tratar la hiposmia o anosmia tras una infección vírica o secundaria a un traumatismo craneoencefálico. No obstante, debido a la capacidad regenerativa que poseen las neuronas olfativas, es muy probable que en algunos casos se produzca una mejoría espontánea.

Uno de los métodos que pueden utilizarse con un pronóstico de mejoría aceptable (treinta por cien de los casos) es la rehabilitación del olfato. Este método mejora el estado de ánimo, los síntomas depresivos asociados al trastorno olfativo y la función cognitiva en los pacientes de Parkinson.

Aunque no se trate del sentido al que más importancia damos, no debemos olvidar que su ausencia, puede ser tratable en la mayoría de los casos.

 

 

 

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